Langostas
El cielo lleva meses sin encapotarse. Ningún viento estremece los árboles y en la inmovilidad se doran las copas. Mejor hubiera sido elegir una forma más segura de subsistencia, donde las variables del clima no dijeran nada. Pero en cambio están ahí, luchando como corredores de fondo contra el terreno y sus dificultades.
—En el campo, no des nunca nada por sentado—se repite en la cabeza de él.
La sequía se transmite a su cuerpo por contagio y delira por la sed del pasto. Es una peste, la sequía como las langostas. Un silencio en que los pensamientos son amarillos y los bordes del paisaje lastiman. No imaginó nunca que febrero sería así. Alguna vez pensó en una plaga de langostas arrasando con todo a su paso, pero la imagen era distinta: un parpadeo, el zumbido, y en mitad del día un cielo negro. Alguien—ella o él—levantaba la cara y veía una inmensa nube oscura. De un momento a otro, se sacudían los sembrados y después todo estaba pelado igual que una rama en julio. La voz de las langostas, puede oírla—pero la sequía es una agonía sorda. Invierte el sentido de las puertas, que se cierran a los golpes, sin estremecer siquiera a quienes las empujan.
Locusts
For months the sky has not turned overcast. No wind shakes the trees and in the stillness treetops turn yellow. Better to have chosen a more certain form of subsistence, where variables in climate would mean nothing. But instead they are there, struggling against the terrain and its difficulties, like long-distance runners.
—In the country, never take anything for granted—the phrase repeats in his head.
The drought is transmitted to the body by contagion and he raves for the thirst of grass. It is a plague, the drought like locusts. A silence in which thoughts are yellow and each edge of the landscape hurts. He never imagined February could be like this. Once he thought about a plague of locusts razing everything in their path, but the image was different: a blink, a whirr, and at midday a black sky. Someone—either of them—would look up and see an immense dark cloud. From one moment to the next, the fields were shaken and then peeled like a branch in winter. The sound of the locusts, he can hear it—but the drought is a deaf agony. It inverts the course of doors, slammed in anger, not even a shudder in those who push them.
La Canela
En tres palmos de jardín, él escribe.
Ella imagina llegar a la médula del sueño y las cartas que desea recibir empiezan sobre un fondo verde y llovido, donde todo lo demás es blanco como el arroz cortado.
En el jardín de la casa de campo se levanta un tallo, precursor del buen tiempo y dice:
—La rama que me crece del pie tiene unas flores.
Él piensa: Aquí las especias eclipsan a los árboles.
Ella dice:
—¿Qué hago ahora con el libro de las flores silvestres?
Cierra los ojos y ve a la rosa china en plena floración, en el ojo de sol de su balcón, peinándose.
—¡El siglo de la velocidad!—dice.
Pero ¿dónde? ¿Cómo es así? En realidad, nada ha cambiado.
Él dice:
—Voy a pasar de los árboles y la canela por un buen tiempo.
¿El cuerpo? Pura memoria.
La vida que comparten es torpe y ruedan por la superficie rozándose los codos.
Entonces, ¿por qué antes no habían estado tristes? ¿Los conmoverían las chispas del sol en el galpón? ¿Los brotes de su economía secándose? Tal vez, pero también podría ser esto: pasar de enero a la sequía sabiendo que en realidad lo que se eclipsa está por fuera del mundo. O mejor, tener un sueño con conejos atrapados en un coto de caza.
Cinnamon
In three garden-length spans, he writes.
She imagines arriving at the marrow of the dream. The letters she longs for begin on a background, green and rain-streaked, where everything is white like chopped rice.
In the garden of the country house a stem, precursor of good weather, rises and says:
—The branch growing from my foot has a few flowers.
He thinks: Here the herbs eclipse the trees.
She says:
—What am I to do now with the book of wildflowers?
She closes both eyes and sees the China rose in full bloom, combing itself in the sun’s eye on her balcony.
Says:
—The century of speed!
But where? How is it like this? In reality, nothing has changed.
He says:
—I’m going to pass on the trees and cinnamon for a while.
The body? Pure memory.
The life they share is awkward and they roll over the surface rubbing elbows.
So, why had they not been sad before? The sparks of the sun in the shed, would those move them? The sprouts of their economy drying up? Perhaps, or it could be this: watching January turn to drought and knowing what is eclipsed is outside this world. Or better, dreaming of rabbits caught at the hunting ground.